2007/01/15

Primerita


Regreso después de un tiempo de silencio. Me tomé un descanso de todo. Pude darme el permiso necesario para vivir una cotidianidad sin presiones ni obligaciones, y también, sorpresivamente, revivir algunos recuerdos e historias viejas.

Recordar me ha ayudado mucho en los últimos días. Siempre quise olvidarme de cuanto recuerdo, vivo o muerto, ocupara mi memoria. De chica creía que olvidar era el remedio para el dolor y de alguna manera, con esa idea, fui dejando atrás muchas cosas, personas, momentos, olores y sabores presentes en mi niñez y adolescencia, especialmente.

En este “tiempo libre” y tras reflexionar mucho sobre lo anterior, decidí acercarme a mi pasado (vaya, ya tengo la edad suficiente para decir pasado).

Hacía mucho que tenía pendiente una “baja policía” en mi casa. Para quienes desconozcan esta expresión, aclaro que se trata de la “limpieza a fondo” famosa, sea de ropa, libros, revistas y papeles (que se acumulan en cantidades y en determinado momento, ignoras de dónde salieron tantos).

En el empeño de iniciar el año con la mayor libertad posible (libre de basura, de mugre acumulada y de pesos innecesarios, etc.), abrí mi baúl de cartas y fotos, y fui descubriendo un resto de vida, de mi vida, en cada sobre, en cada objeto que había guardado celosamente.

Me tomó un buen rato abrir el cajón, pues en cada intento sentía ansiedad y miedo. Nada de lo que estaba guardado era desconocido para mí, pero había dejado de pensar en todo aquello y ya no sabía ni cuándo o hace cuánto el objeto tal, la carta o las flores secas, habían terminado en aquel espacio a veces absolutamente ignorado.

Finalmente lo abrí. Qué maravilla encontrar el cepillo de pelo de mi abuela (en plata labrada, muy antiguo, acompañado de un espejo de mano, con monograma y todo), una caja antigua que en su momento contenía chocolates Tobler (no había visto algo igual, de cuero, con figuras exquisitas); mi rosario y libro de misa de cuando hice la Primera Comunión, un envase de inciensos de la India (original); las cartas de mi amigo Juan Carlos envueltas con una cinta azul; las fotos del colegio, agendas, cuadernos de notas y un ejemplar muy ajado de El Jardín del Profeta. Tarjetas de Navidad y de cumpleaños, recortes de periódico, y muchos objetos que pensé había dejado en el cesto de basura.

El proceso de confrontar el pasado fue muy sanador. Me hizo pensar en la necesidad de cerrar ciertas historias y dejarlas partir. Lo que se experimenta es una deliciosa sensación de libertad, de tener alas en los pies y viajar con el equipaje menos pesado. Darle a cada cosa un sitio, a cada persona un boleto de partida sin regreso cuando ya no sirve tenerlas atrapadas sin tiempo ni lugar, llega a ser gratificante y considero sano.

Ha sido bueno encontrar una cantidad de cartas y poder revivir tantas emociones y momentos bien vividos. Y reconocer también las voces de los amigos, el perfume de sus manos en el papel. Suena cursi, pero es absolutamente grato.

Lo más hermoso de todo fue el rencuentro con mi niña interior, el cual se produjo de inmediato al ver una fotografía en blanco y negro, yo gordita y feliz, bien abrazada de mi muñeco Petete, cuando en mi mundo lo más importante seguramente era descubrir algo nuevo cada día.

También ha sido bueno descansar física y mentalmente, comer sano, charlar con mi madre y mi hermana, sin preocuparme de la hora; salir con los amigos un miércoles y dormir feliz todito el jueves.

Ha sido un tiempo de curar el alma, de sanar un poco el amor y la soledad y celebrar los vacíos, pues de ellos nace mi inspiración.

Sigo brindando por un año productivo, en esta Bolivia productiva.

Salud!

13 comments:

Edu said...

A mí también se me da por cubrir el pasado con un manto negro, menos mal que siempre uno puede recuperarlo, pues, al contrario de las cartas, no hay manera de quemarlo.

Rafu said...

Yo le tengo un terror único al pasado, al mirar atrás descubro que me estoy poniendo viejo, pero no por ello más sabio, como era mi deseo de niño. También le tengo terror a la limpieza casera, pero eso le llaman flojera. Mi niño interior no se ha perdido, habla conmigo y me da consejos que a veces son buenos y otras me hacen meter la pata.

Un saludote,

El Rafa.

Anonymous said...

Finalmente nena!! hace cuantos años que te debias una de esas limpiezas que lograra renovarte desde adentro hacia afuera, cortar con tantas cosas que ya no son "tuyas" que simplemente pasaron por tu vida...cerrar ciclos, vos sabes, no hace falta explicar mas. Te mando un bestote te quiero mucho y te extraño cada dia mas!!

Miky

Vania B. said...

Es una experiencia hermosa esa de recordar instantáneamente olores, sabores y sobretodo sentimientos al momento de ver un objeto que hemos guardado.

Me alegro mucho que hayas tomado un tiempo para curar el alma y haber dejado partir a los que deben partir y así aligerar tu paso en el presente.

Un abrazo.

Ambarviolenta said...

Rafa: No le tengas miedo al pasado. Y menos a ponerte viejo. Tal vez la vejez se lleva en el cuerpo y eso. Cuando eres joven de espíritu, ni te adivinan la edad, cuando tienes por ahí 70 (como mi padre) y pareces de 50. Y el pasado... Hay que integrarlo a nuestro presente, pero no sufrirlo. Sencillamente convivir con él, hasta que te agota y lo dejas ir. Un beso.

Miky: Cómo fue de bueno, negri. No sabes!!! Pero hay dos que no pude tirar a la basura. Es que ya son parte de este corazón. Juan escribe bien. BESOTES!

Balduquesa: Gracias por alegrarte. Es reconfortante sentir que dejas atrás tantas cosas. Y es hermoso recordar, por ejemplo, el olor del perfume de la abuela, o la textura de la piel de las manos del abuelo. El sabor del dulce de leche con canela, que una cholita chapaca le vendía a mi mamá. Saludos.

Cecilia Aguirre said...

"Revivir el pasado" es como ponerse de cuando en cuando crema anti-arrugas en las noches, para así mantenerse joven siempre. Muy lindo nenita.

Sakura said...

Cami: Realmente necesario cerrar ciclos... creo que cada día uno va dejando muchas cosasa atrás y luego de un tiempo cuando uno las revive por la "policía casera" es grato saber que estuviste ahí y cómo creciste durante el tiempo transcurrido!!!!

Besos y abrazos!!! =)

Ambarviolenta said...
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Ambarviolenta said...

Cecis (Aguirre y Sakura): Es tan rico poder ponerse al antiarrugas no sólo en la cara... Integrar el pasado a nuestro presente es prueba de madurez, de poder decir "oye, has crecido, has aprendido". O también reconocer que hay personas, lugares y momentos del pasado que no se van a borrar nunca y que nos van a calentar el corazón. Anoche estuve conversando con un amigo. Estábamos en su cuarto y abrió la puerta del ropero que tiene un espejo. En ese momento pude ver reflejada la imagen de la cama y la ventana. De inmediato me trasladé a la primera vez que visité esa casa con mi amiga Daniela y fue tan hermoso viajar a ese momento, que me llenó de alegría saber que todavía puedo traer las cosas de antes a mi vida actual, y revivirlas con un inmenso cariño.
Besos para las dos.

Estido said...

¡Ay carajo! Me has hecho sentir cobarde. También me has hecho dar ganas de tomar el teléfono y llamar a esa persona con la cual jamás debí construir una ausencia tan jodida. Pero, gallina nomás soy.
¡Salud, Cami!

Ambarviolenta said...

Estido: Tomá el teléfono. Te vas a sentir mejor. Un abrazo.

Anonymous said...

el olvido está lleno de memorias, que bueno que te encontraste con ellas..FELIZ 2007!

Verónica Cento said...

Yo también tengo una caja con cartas, fotos, papelitos con notas...pero lo dejé a eso cuando partí de Argentina. Debería traérmelo, ahora que lo pienso. No es fácil reencontrarse con la niña que fuimos o la adolescente que amó y sufrió un poco...
Pero uno crece aceptando su pasado...
Me gustó che el post. linda reflexión...

Un beso