2006/07/02

Solsticio en Tiahuanacu

Un nuevo año. Cinco mil y...para los aymaras. No tengo el dato exacto. Importa y no...

Un frío desesperante al inicio, y después, soltarse, entregarse a la sensación, sin poner resistencia alguna. Dejar que la sangre se congele, sentir pequeñas cristalizaciones en las venas, subiendo y bajando, casi como gotas de lluvia en un parabrisas, en medio de una carretera.

Electricidad. Alojada en la planta de los pies, detenida, conectándome a la tierra en una perfecta comunión, en un lenguaje que se aprecia sólo estando en Tiahuanacu. Nada más. El silencio del cosmos, inundando el aire, en un baile estrafalario, que por instantes arranca lágrimas que regresan a la tierra, y se hacen barro.

Detrás de las ruinas, el sol. Majestuoso, creciendo a cada segundo, inundando el cielo, que deja que la noche se aleje, pero sin penas, con respeto, dando paso al nuevo día, al que indica el nuevo año y por qué no, la nueva vida.

Seescucha un sonido, tal vez la estática. Y con esto regresan memorias, vuelven viejos cuentos y otros nuevos se instalan en cada espacio del cuerpo, para hacerse más tarde historias reales.

Frío que corta, paraliza la respiración por un segundo. El aire se detiene. No hay palabras, sólo devoción.

Termina de nacer el sol, entre las montañas. Calienta alma y cuerpo, razón y sentimiento.

Durante ese segundo, que parece eterno, sólo siento conexión tierra cielo, cielo tierra, dentro de mí, como una cascada de emociones. Otra vez las lágrimas caen, más grandes tal vez, infladas de desapegos.

Se deja todo en ese instante, todo. Y toca ahora llenar esos espacios, con las cosas nuevas. Y eso está pasando justo ahora.

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