2007/04/05

Fragmento de un encuentro amoroso

La Paz, martes 26 de diciembre.

Creo que son casi las cinco de la tarde. Ni frío ni calor. Las calles llenas de gente. De verdad parece fin de año.

Mientras espero a Sebastián en la esquina de la México, logro detener mis pensamientos un rato y observar a los transeúntes. Un señor de unos 70 años, arrastra a su nieto que llora porque quiere un dulce. El viejo no le explica que no tiene dinero. Sólo le da un jalón de orejas y le dice que deje de llorar y se apure. Una mujer joven, de unos 20, acompaña a su madre a paso ligero y con la sonrisa en la cara. Ambas se parecen, van vestidas en el mismo estilo y de la misma marca: RUS (Ropa Usada). Un par de mochileros, hombre y mujer, de unos 25, rubios, con la piel aceituna. Judíos, seguro. Lindos ambos, con esa frescura de quien viaja, del pasajero, ese de Iggy Pop. Tres potosinas vendiendo chicles; cinco niñitos pidiendo limosna, varios minibuses y los voceadores destrozando mis tímpanos: “Obrajes, Calacoto, Achuaaaani, Comleeeeeejo”….Es lo que entiendo, lo que se me queda, pues esos son los que a veces ocupo para ir a mi casa. Un par de conocidos, todo eso en menos de diez minutos y en una sola esquina.

Me pongo algo nerviosa. Busco el celular en mi bolsa y pues no hay más que llamar a este caballero que está dejando de serlo, pues ya me tiene plantada hace unos diez minutos.

_ Ya llego. Estoy en dos segundos.
_ Apúrate. Mira que después tengo que picar.

Y exactamente en cinco segundos, llega, con su cara de siempre, serio, distante y con el paso tranquilo, sin nervios de ninguna clase.

Después del saludo, me siento en las gradas de la Biblioteca Municipal, estoy mal. No sé si es el café de hace un rato, los cigarrillos o el viaje en trufi. Me pasa a veces, Siento que se me disuelve la boca, se hace amarga la saliva y me dan unas incontenibles ganas de vomitar. Él espera paciente y al final me invita a su casa, a descansar un rato. Así se me pasará, argumenta, casi con la voz de un doctor.

Sin pensar mucho, pues ya me falta el aire y necesito un Mareum que no compraré porque no hay farmacia y no pienso caminar más de dos pasos, accedo y camino exactamente los dos pasos a los que estoy dispuesta y ya por suerte estamos en el ascensor.

Entramos a una casa que no es la suya. Su hogar es un cuarto dentro de esa otra casa. Nada muy lujoso, pero dentro de su modestia, bastante cómodo. Me desplomo en la cama, con la cara pálida y temblando de frío, a pesar del calor.

Sebastián elige a Leonard Cohen para que nos acompañe. Yo casi sin alma, con el cuerpo pesado, escucho sus historias. Atenta, como siempre que me habla. Unos sorbos de agua, más aire y bueno, se va pasando el malestar.

Sus movimientos son algo bruscos, también nerviosos. Luego de Cohen, Tom Waits. Barthes en la cómoda, junto con Celine y varios títulos que ahora escapan a mi memoria. Podría decir que la imagen es un cliché. Al tratarse de él, no es así. Es la más pura expresión de quién es de verdad. Esa edición de “Fragmentos de un discurso amoroso”, se nota que es un sueño cumplido, el ejemplar está nuevo, parece que ni ojeado. Así son casi todos sus libros, inmaculados, perfectos. Su relación con la palabra, con los libros es lo más importante. Las mujeres y el amor son secundarios en su vida. No dejan de contar, pero jamás en el mismo nivel que la palabra.

Con ese conocimiento acerca de su persona, sus sentimientos y pensamientos, dejo que derribe mis muros con su abrazo, y le permito tocar mi mano. Después de tanto. No recuerdo cómo fue la última vez. Creo que con un par de tragos encima, y sin remordimientos. Hoy, a las seis de la tarde me come el miedo de envolverme en su piel, de dejarlo entrar a mi mundo para que después se vaya. ¿Y si no se va? Ya no sé si quiero que se quede, o si quiero que alguien se quede. Ignoro la razón. Pronto me ha ocupado un pánico terrible y una suerte de timidez se ha adueñado de mi cabeza. Ya nada me resulta fácil en temas de amor.

Estoy metida en medio de esos tormentos, y él hace mil movimientos para atraparme. Me toma con fuerza por la cintura, me abraza y no deja de besarme. Siento el cuerpo todo, vivo otra vez y el deseo se convierte en pungentes cosquillas. Sonrío, deshabitada ahora del miedo, inundada y bendecida por una pasión inmensa, incomparable. Mi cuerpo se ha derretido. El suyo también.

Anochece y no ha pasado nada. Después de varios acercamientos felinos, estamos cansados, con el deber de irnos. No pienso en nada sino en el momento exacto antes de decir que sí, cuando escuché a mi conciente voz diciendo un rotundo no quiero. Y no es por él, sino por mí. Nos lavamos la cara y las manos. Salimos y en la esquina el adiós es simple, casi distante, como cuando le dices hasta luego a un desconocido en el trufi.

11 comments:

Mar said...

He Leído atentamente cada una de las palabras tuyas.
Me Gusta tu espíritu...
Se vé y se siente tu luz.

afectuosamente
Marce

Ambarviolenta said...

Marce: Gracias por el comentario y sobre todo por la visita. Un beso.

Vania B. said...

Me encantó la descripción, me dio esa impresión como si yo hubiera estado ahí, quien sabe en la otra esquina mirando todo lo que ocurría.

Me puse a pensar cómo un simple NO o un SÍ pueden cambiar una historia por completo.

Un abrazo.

Ambarviolenta said...

Vania: En efecto... Todo puede cambiar tan sólo con una respuesta. Este texto esmuy especial para mí. Un abrazo...

Sakura said...

Encuentros extraños pero intensos... realmente algo que también me ha pasado frecuentemente... y talvez lo que más marca son esas despedidas que ambos sin pensarlo coincidieron.

Gracias por hacerme recordar de viejos sentimientos... =)

Saludos

PD.: Pásate por el otro blog para las presentaciones de Libido... te espero!!!

Estido said...

Coincido con la Vania, la descripción de la espera está buenísima; no sólo por las imágenes, sino porque transmite la sensación de impaciencia.
Creo que (y esto lo digo por mi experiencia) luego de varios tropiezos amorosos, nos invade una cobardía jodida cuando aparece la oportunidad de comenzar algo. Será la vejez quizá, pero ya no puedo enfrentar al amor con la ingenuidad y pasión de hace años. Aparece alguna mujer que me gusta e inmediatamente empiezo a ponerle peros al asunto, buscando o inventándole defectos, minimizando sus virtudes y proyectando una imagen de mí totalmente negativa, como para decepcionarla o, quién sabe, para ver si es capaz de aguantarme con todas mis pajas. Me imagino que es sólo una etapa, o por lo menos eso es lo que quiero creer. Qué huevada, ¿no?
Un abrazote, amiga, con garra de tigre noventaynueveañero.

Ambarviolenta said...

Ceci linda: Lamentablemente no estaré para la obra, viajo mañana y estaré fuera hasta fines de abril. De todas maneras, espero que les vaya de lujo y que sea una "experiencia religios". Besos.

Mi querido Willy: Es una suma de cosas, los miedos, la edad (aunque uno no quiere creer, pero afecta); las decepciones... Y duele y da cucu empezar de nuevo.
Y como consecuencia, empezamos a verle los peros al otro o a generar unas resistencias tan alucinantes, que después ni sabemos cómo le hicimos para hacer tal cosa.
A pesar de todo, creo que vale dejarse caer, lanzarse un poco al vacío, sentir el vértigo del amor.
Un abrazo GRANDE!!!

Unknown said...

El amor no existe murió ayer..
Y es cierto, con los años nos volvemos más mañosos y exigentes...Por mi parte prefiero de momento El coctail de Naranja y mis libros

Ambarviolenta said...

Ganjar: si el amor hubiera muerto ayer, no estarías vivo. Un beso.

Unknown said...

Sigo Vivo...aunque el amor haya muerto...Me gustó verte...

RONALDO said...

Estar vivo... si... eso es estar vivo... aunq sea hasta que toque irse... yo?... me siento muerto.