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Es tarde. Acabas de salir y la puerta se cerró detrás tuyo. No sé ni qué quiero, ni a dónde voy a ir mañana. Sólo para que sepas, te dejo unas cuantas puntualizaciones:
1. Escucho a Johnny Cash, me invade una inevitable melancolía. Especialmente porque es viernes. La voz áspera se incrusta en mi cuerpo. Pienso en ti, en el adiós definitivo. ¿Será? No te creo. Y sobre todo, no me creo. La melancolía invade más y más profundo. Directo al centro del pecho, en un viaje ansioso para clavarse y desangrar lo que hace falta que se vierta/pierda, en medio de un mar, el más profundo.
2. Esta melancolía me traslada nuevamente a la noche, inevitable, al vino compartido a medias, a tu voz leyendo tus versos, los de la sequía, que de eso sólo llevan el título.
3. El beso inminente, aunque seamos viejos y sea apenitas, lo espero. Ya sin miedo.
4. La noche, el centro de todo, de nuestras charlas y los abrazos, te trae con más fuerza a este paisaje tan a medias...
5. Te quiero y es inevitable.