2015/12/29

La composición de la sal

La composición de la salLa composición de la sal by Magela Baudoin

My rating: 5 of 5 stars


Sin duda alguna, Magela Baudoin merece el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015. La colección de cuentos recogidos en La composición de la sal, demuestra una aproximación fresca y con voz propia a lo que considero uno de los géneros más difíciles de la literatura.

He convertido este volumen en una especie de café, al cual he asistido religiosamente durante diez días, con ansias como las que una experimenta en una primera cita, una que es por demás espectacular, pues quieres que se repita, a cada rato.

Cada historia ha dejado en mi una imagen única que de seguro no voy a olvidar, por la fuerza de los personajes, y de la voz de quien las cuenta.

Son relatos sencillos, de cosas cotidianas, de viajes, pérdidas, dolores y espacios comunes. Pero son a la vez una compleja red de palabras y emociones.

No puedo -ni quiero- comparar a la autora con nadie. A veces se cae en eso y se dice: ah, escribe como tal o como cual. En este caso, Magela escribe como ella misma y eso es lo que hace que este puñado de joyitas (como alguien ya lo dijo) sea único, distinto, original y absolutamente relevante para la literatura en general, pero para la literatura boliviana en particular.

He disfrutado cada una de las líneas, me he transportado a los lugares donde pasan los hechos,me he enamorado de algunos de los personajes, de las lágrimas, la sal y el mar; de los ventanales gigantes, las abuelas, Buenos Aires y París. He extrañado escribir como nunca antes.

Está clarísimo que voy a regresar a este libro-café más de una vez. Y desde luego, lo recomiendo muchísimo.









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2015/12/08

DiariosDiarios by Alejandra Pizarnik

My rating: 5 of 5 stars


Leer a Pizarnik es una tarea ambigua: por un lado una se llena de imágenes, de palabras hermosas, de una satisfacción profunda al entender su búsqueda por el lenguaje perfecto, por la poesía perfecta; y es a la vez un ejercicio que lleva, inevitablemente a una suerte de tristeza, o melancolía y nos hace compartir con ella su constante angustia ante el mundo.

Su poesía y prosa han sido, son y van a ser piezas fundamentales en mi estante y en mis propios escritos -o el intento de ellos. La lectura de sus Diarios, y a pesar de haber creído conocer a la autora profundamente, me ha ayudado a comprender mejor cada uno de los lugares donde ella misma se situaba dentro de un vasto universo: el que componen la literatura y la poesía.

El viaje por años de viaje, años de días y noches, años de París y Buenos Aires, es por demás exquisito y lleno de detalles, no necesariamente esos que componen un manual para hacer objetos o armar sillas, o una postal a la familia. Es un recorrido por y hacia ella misma, un tránsito por todo cuanto formaba parte de sus circunstancias: sus oscuridades, los miedos, la angustia, el existencialismo inevitable, las obsesiones; el pasado, el ser judía y su creencia de no ser de ninguna parte, de no perteneceer; la búsqueda -y no- del amor; su aparente bi(homo?)sexualidad, sus amistades, sus afectos y costumbres; la relación con el psicoanálisis, que al final no la ayuda en nada, ni la aleja de la inminente muerte; sus notas a pie de cuanto libro leía y su compromiso por ir más allá de de la lengua, y al margen de entenderla, perfeccionarla; su relación estrecha con Octavio Paz, Cortázar, Olga Orozco, Ivonne Bordelois y tantos otros.

Y formaba parte de todo esto, una negación hacia quien hiciera el mínimo ademán de acercamiento. Tenía un miedo profundo a la idea de que otro se ocupara de ella o llegara a amarla. Alejandra escapaba de eso, huía a toda velocidad, para que no la dejen, para no quedarse sola después de acostumbrarse al otro.

Todas y cada una de la páginas de estos su Diarios hacen que ella parezca aún viva y que a una se le antoje leer más pero nuevo, leer todo aquello que no pudo escribir porque ya no hubo tiempo.

Era muy jovencita cuando empezó a escribir y ya desde entonces comprendía las cosas desde otro nivel, desde un lugar más allá del mundo mismo. Ella insistía en no ser de acá y por ello su necesidad de abandonar/abandonarse, de irse, desde la única manera que pudo adoptar como arma contundente: suicidarse. Y a pesar de sus intentos múltiples - pastillas, gas, ahorcarse- no conseguirlo, no por un buen tiempo. Y finalmente, partir, porque ya era todo como demasiado. Su universo estaba cargado de ambigüedad, de una oscuridad que no era ya la de la noche.

Se siente en sus diarios, más hacia el final, justo cuando escribe desde el Pirovano, esa determinación a dejar de estar acá. Se siente ese hastío desde donde no hay retorno porque ya es demasiado y es todo lo que pesa. De ese lugar no se regresa más, al menos no con toda la lucidez necesaria para seguir.

Y Alejandra, que tanto quería no estar, se terminó quedando, y aquí seguimos evocándola, leyendo su obra y analizando diarios y correspondencia. Pueden haber pasado muchos años (Alejandra muere en 1972), pero la intriga sigue, porque su genialidad nos ha tocado de mil maneras a unos y a otros, a escritores y lectores.

Pizarnik habitaba el lenguaje con una sutileza única. Construyó una casa impecable adentro de él y se sentó, cómodamente, a decorarla. Cuando salía a pasear se confundía con el paisaje exterior y regresaba, conjugaba lo visto con lo que ella llevaba adentro y de esa manera escribía, llenaba cuadernos de cuadernos entre los cuales están sus diarios, hoy corregidos una vez más (Diarios: Edición definitiva. Nueva edición de Ana Becciu. Lumen, 2013).

Desde un lado menos afín con Pizarnik y lejos de la locura de adentrarse en su palabra y su voz, cabe decir que por momentos, la lectura se hace pesada, a ratos repetitiva y recurrente, especialmente en el tema de la muerte (lo que resulta obvio).

No es fácil comprender esa su desesperada voluntad de morir, siendo que tenía el don absoluto de la palabra, era una mujer hermosa rodeada de afectos, difícil de entender, sí, pero aún así alcanzable y con posibilidad de ser ablandada y enternecida. Nadie pudo.

Ahora queda pendiente la lectura de la correspondencia y será inevitable volver a los poemas, a la condesa Bathory y otros escritos, para seguir el viaje hacia el centro de esa tierra llamada Alejandra.




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