2007/05/29

Puerto Plata, escena dominicana 2

Hace calor y no ha dejado de llover. Lluvia que agradezco, pues da un matiz distinto a estos días de cielo siempre azul y 32 grados ardiendo en cada poro de mi piel. Siento mis huesos más livianos, y bendigo la humedad, la voz suave del mar y el inesperado encuentro con una abuela de 98 años.

Doña Elena, vivió siempre en esa casa. Está sentada en el patio delantero, vestida con una bata blanca. Su cabello rizado, corto y blanco; dos dientes en la boca, por ende los labios fruncidos que se estiran con su sonrisa y dejan ver una alegría inmensa a pesar de los años y los achaques, como ella dice.

Mientras estamos fumando, me cuenta que en el cerro del frente (que no se distingue por la neblina), se han estrellado varios aviones, justo porque en Puerto Plata llueve tanto y ese vapor que sale del suelo por el contacto con el calor de la tierra, llega al cielo y se junta con las nubes, instalando un velo inevitable de correr. Su yerno se salvó de morir ya hace muchos años, regresando de Cuba en ese mismísimo lugar, en frente de sus propios ojos.

-Fue obra de la Virgen de Altagracia, ¿sabe? Seguramente no era su tiempo de dejarnos. Yo creo mucho en el destino y ya usté sabe, fue por algo. Si no, estas niñas no estarían acá, señalando a las nietas, dos hermosas mulatas.

Cuida unas matas, trata de ocupar su tiempo en eso. Me cuenta de las pequeñas rosas que cultiva en ese pequeño jardín. Son miniaturas que parecen de porcelana.

Me pregunta por mi madre, por mi país, por el frío y Evo Morales. Le cuento. Me extiendo en mi madre y mi abuela, que se llaman como ella y también cultivan esas mismas rosas.

- La muerte viene pronto, mi niña -, me dice un poco triste, admitiendo que se siente cansada. -Aunque mi familia es de raza fuerte; mi abuela y mi madre se fueron después de los cien años. Y cien es mucho, coño. Todo lo que he visto, si yo le contara, usté tendría que quedarse a vivir conmigo para que alcancemos con las historias-.

Me quedo en silencio y traslado el recuerdo de mi abuela a las manos de esta anciana, cálidas, arrugadas, llenas de líneas e historias. Llenas de vida y de muerte.

2 comments:

Vania B. said...

Las vidas llenas de historias son lo máximo. Después de todo, parafraseando al grillo, lo jodido no es morirse, lo jodido es no vivir.

Un beso amiga Cami. Otro beso en el hocico de la Flor.

Sakura said...

Tan bella la señora... realmente una vida llena de historias.

Me doy cuenta con tu escrito que nuestras vidas se van acumulando de historias en nuestra piel, todas tan notorias pero a la vez tan privadas, donde sólo uno podrá ordenarlas para contarlas a otros que tenga curiosidad.

Hermos escrito, besos Cami!!! =)