2007/01/31

Sueño de una noche de verano

No soñé con aviones, como dice la canción. Soñé con un cuarto grande, donde sólo había un colchón en el medio. El lugar estaba limpio, pero un poco oscuro.

En medio del colchón, estaba yo, embarazada y a punto de dar a luz. Sola. Ni un alma en la habitación, sólo mi bebé y yo. Las contracciones y yo, los dolores y yo.

Después de un rato y sin muchas complicaciones, nació la guagua. Ví la sangre, el cordón umbilical, grasa, líquidos, placenta. Traje a mi hijo al mundo, sin asistencia de nadie. Después de limpiarlo, pude distinguir un rostro de ángel, perfecto, con el pelito negro y un par de ojazos como los míos.

El bebé no dejaba de reír. Durante todo el sueño sentí su calor, su olor y la suavidad de su piel. La textura de su pelito en la cabeza todavía tibia. Todas esas sensaciones fueron muy fuertes y no quería despertar. Me empezó a ocupar una sensación de felicidad y plenitud y una suerte de orgullo por ser madre.

Todo, a pesar de que se mostrara extraño al principio, porque estaba sola, se hizo ligero, digamos que normal. Me gustó tanto estar con mi bebé, olerle la piel, tenerlo cerca.

Sonó el despertador y regresé a la realidad de mi cama y mi habitación. Ese día, pese a la rutina, llevé a ese hijo mío muy cerca de mi corazón y mis pensamientos. Lo espero con ansias. Sé que va a venir. Tengo fe.

Rocio

Sonríe,
conténtame el alma
ave fugaz.

Permanece en mí
rocío,
lluvia torrencial,
temblor de antes
corazón de nunca más.

2007/01/29

Asi me lo han matado...

Doña Alina llegó de Trini para tratar de resolver un problema: hace dos años, su hijo de 10 años, fue asesinado. Diecisiete balazos perforaron su cuerpo delgado e inocente, en medio de un campo. El chico estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado, presenciando los negocios ilícitos de algún hacendado del Oriente. De pronto se armó la balacera y no hubo manera de escapar.
Como le pasa a mucha gente, en nuestro país y seguro en otros, esta mujer tiene que seguir viviendo con la idea de que el asesino de su hijo está suelto. No existe ninguna instancia que pueda ayudarla a resolver el asunto. Ni abogados, ni jueces, ni nadie.
Y no se trata de un asunto como un papel del banco que no te firman, o una equivocación en una letra de tu nombre en tu CI. Se trata de la muerte de su hijo. Se trata del dolor que esa mujer va a acarrear el resto de sus días porque no hay justicia.
Como siempre que la policía está metida, y las leyes y los abogangsters (no todos lo son, obviamente, y me excuso si estoy juzgando) las cosas quedan colgadas en el aire, sin respuesta y con la lamentable frase a la que nos vamos acostumbrando los bolivianos cada día más: "así nomás había sido".
La pobre Alina, víctima de la desesperación, para que la escuchen, tuvo que exhumar ella misma el cadáver de su hijo, para demostrar que había recibido los 17 balazos, de los cuales, 2 fueron los que le dieron muerte.
Tal vez no acabe el vía crucis, tal vez nunca consiga justicia, y menos reposo para su alma. Mínimo, aunque no sea un alivio para una madre, saber que el asesino de tu hijo está preso, te puede dar cierta paz.
Después de contarme su historia, se va, caminado despacio. Se da media vuelta y se despide una vez más con un abrazo, una sonrisa y los ojos tristes.

2007/01/23

Mujer lobo

En este silencio,
noche de cementerio,
escucho el paso de las nubes
persiguiendo dragones.

La luna completa,
hermosa
cuenta sus historias.

Sola,
espero la mutación a fiera angustiada
no soy mujer, ni lobo.

Huele a sangre en el jardín,
no hay conejos, ni perros,
nadie.

No importa,
mi corazón busca un latido.

2007/01/15

Palermo

Mi propia voz
en el espacio de antes,
ese en que podía ser yo
(Alejandra).

Pálida excusa,
nunca suficiente.

Nada.

Anfetaminas y alcohol.

En medio de la ciudad grande
recorriendo Palermo
encuentro el espejo,
escucho la voz.

El tiempo se detiene
con el olor de las calles.

El tiempo se devuelve
al humo de la casa vieja
a la hermana perfecta
a las becas y los libros.

Olga paseando en el pasillo
yo, ardiendo en fiebre.

Mi corazón quemado
¿falta de fe?

Miedo atómico,
muerte.

No pasa la noche.

Primerita


Regreso después de un tiempo de silencio. Me tomé un descanso de todo. Pude darme el permiso necesario para vivir una cotidianidad sin presiones ni obligaciones, y también, sorpresivamente, revivir algunos recuerdos e historias viejas.

Recordar me ha ayudado mucho en los últimos días. Siempre quise olvidarme de cuanto recuerdo, vivo o muerto, ocupara mi memoria. De chica creía que olvidar era el remedio para el dolor y de alguna manera, con esa idea, fui dejando atrás muchas cosas, personas, momentos, olores y sabores presentes en mi niñez y adolescencia, especialmente.

En este “tiempo libre” y tras reflexionar mucho sobre lo anterior, decidí acercarme a mi pasado (vaya, ya tengo la edad suficiente para decir pasado).

Hacía mucho que tenía pendiente una “baja policía” en mi casa. Para quienes desconozcan esta expresión, aclaro que se trata de la “limpieza a fondo” famosa, sea de ropa, libros, revistas y papeles (que se acumulan en cantidades y en determinado momento, ignoras de dónde salieron tantos).

En el empeño de iniciar el año con la mayor libertad posible (libre de basura, de mugre acumulada y de pesos innecesarios, etc.), abrí mi baúl de cartas y fotos, y fui descubriendo un resto de vida, de mi vida, en cada sobre, en cada objeto que había guardado celosamente.

Me tomó un buen rato abrir el cajón, pues en cada intento sentía ansiedad y miedo. Nada de lo que estaba guardado era desconocido para mí, pero había dejado de pensar en todo aquello y ya no sabía ni cuándo o hace cuánto el objeto tal, la carta o las flores secas, habían terminado en aquel espacio a veces absolutamente ignorado.

Finalmente lo abrí. Qué maravilla encontrar el cepillo de pelo de mi abuela (en plata labrada, muy antiguo, acompañado de un espejo de mano, con monograma y todo), una caja antigua que en su momento contenía chocolates Tobler (no había visto algo igual, de cuero, con figuras exquisitas); mi rosario y libro de misa de cuando hice la Primera Comunión, un envase de inciensos de la India (original); las cartas de mi amigo Juan Carlos envueltas con una cinta azul; las fotos del colegio, agendas, cuadernos de notas y un ejemplar muy ajado de El Jardín del Profeta. Tarjetas de Navidad y de cumpleaños, recortes de periódico, y muchos objetos que pensé había dejado en el cesto de basura.

El proceso de confrontar el pasado fue muy sanador. Me hizo pensar en la necesidad de cerrar ciertas historias y dejarlas partir. Lo que se experimenta es una deliciosa sensación de libertad, de tener alas en los pies y viajar con el equipaje menos pesado. Darle a cada cosa un sitio, a cada persona un boleto de partida sin regreso cuando ya no sirve tenerlas atrapadas sin tiempo ni lugar, llega a ser gratificante y considero sano.

Ha sido bueno encontrar una cantidad de cartas y poder revivir tantas emociones y momentos bien vividos. Y reconocer también las voces de los amigos, el perfume de sus manos en el papel. Suena cursi, pero es absolutamente grato.

Lo más hermoso de todo fue el rencuentro con mi niña interior, el cual se produjo de inmediato al ver una fotografía en blanco y negro, yo gordita y feliz, bien abrazada de mi muñeco Petete, cuando en mi mundo lo más importante seguramente era descubrir algo nuevo cada día.

También ha sido bueno descansar física y mentalmente, comer sano, charlar con mi madre y mi hermana, sin preocuparme de la hora; salir con los amigos un miércoles y dormir feliz todito el jueves.

Ha sido un tiempo de curar el alma, de sanar un poco el amor y la soledad y celebrar los vacíos, pues de ellos nace mi inspiración.

Sigo brindando por un año productivo, en esta Bolivia productiva.

Salud!