2006/09/29

Desde el corazon

AEBEA



Bella,
luz eléctrica
tu cuerpo oasis.

Te traen las libélulas.
Hay una ciega alegría
un hambre de consumir
el aire que se respira,
la boca, el ojo, la mano;
estas pungentes cosquillas
de disfrutarnos enteros
en un solo golpe de risa...
(José Gorostiza)

... nosotros, los momentos breves y largos que nos desnudan un poco cada vez; esos instantes en los que quisiera sumergirme en un abismo. Olvidar un segundo quién soy, quiénes somos.
Dejarnos arrastrar por las aguas de un río caudaloso, sólo sintiendo la corriente, la fuerza de cada gota de agua, sin querer llegar a una orilla, con el interminable deseo de hundirme.
Todo esto me provocas, me despiertas, me sugieres, con tus manos que me tocan así como me tocan, cuando mi estómago deja de ser órgano y se hace vértigo para sólo sentirse firme con tu abrazo.

2006/09/27

Uno de Alejandra Pizarnik


CANTORA NOCTURNA

Joe, macht die Musik von damals nacht...

La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

A Olga Orozco

2006/09/22

Potosi 2006


Fotógrafo: Rafa Carri

Potosí con sus calles estrechas y el olor a nostalgia. El aire es de otro siglo, las calles son de otro siglo. Cada cuadra que camino me lleva a otro tiempo y parece que la gente acá tiene la herencia de sus ancestros. Se vive esa época de esplendor en sus corazones, como una añoranza, como lo que fue y no va a volver a ser. La necesidad de crecer y desarrollarse y cargar a cuestas la maldición de la colonia y de la minería que se lleva las vidas hace siglos, de niños, adultos, ancianos, jóvenes; hombres y mujeres.

Desde este Café, en la esquina de la Plaza 10 de Noviembre, la única en bajada, revivo muchos recuerdos de otro momento, otras páginas de mi historia y en otro tiempo, que ha guardado fotos en full color, y algunas en sepia. Dos años que han pasado como si nada, y hoy, regreso acá, a tomar chocolate caliente y a añorar un poco el primer viaje, cuando me sentí ser parte de este suelo.

Pago la cuenta y salgo con ganas de encontrar otro sitio para vivenciar la ciudad, para sentir otras nostalgias que seguro se despertarán en cuanto me siente en otra silla.

Llego a la puerta de la Iglesia La Merced y subo hasta el techo de un Café Mirador. Distingo las construcciones de la ciudad, las tejas antiguas, las otras iglesias y desde este campanario, puedo ver el Cerro Rico, desde un ángulo que me permite distinguir su majestuosidad.

Me acompañan dos campanas. Una es enorme, bella, imponente. Regordeta y tallada se sujeta de un par de vigas antiguas con cueros de vaca, seguramente igual de antiguos. Se me parece a una madre. Y al lado, la otra campana, delgada, más fina, más joven en apariencia. Siento un enorme deseo de tocarlas, con el impulso de revivir algo. No sé bien qué. Y es así en Potosí. Me invaden deseos, ideas e imágenes que no sé de dónde vienen y si han existido antes o las he creado en mi cabeza, presa de tanta magia y de tanto aire antiguo que invita a inventar historias y a desear en lo más profundo del alma, haber vivido en Potosí hace 500 años.

Potosí, agosto, 2006